La tendencia a que todo se pueda comprar y vender ha aumentado sin
cesar desde el siglo XIX, pero aun así, hay cosas que no se compran
ni se venden y que difícilmente se podrán llegar a comprar
y vender algún día. Marx predijo la era de la compra-venta
universal y siento el que siempre me suceda el dar con que, alguien
ya lo dijo antes, pues parece que desde los griegos no hubiera habido
nada nuevo bajo el sol. No es cierto que todo este ya dicho pero sin
embargo impresiona la sagacidad de los antiguos y de quienes nos precedieron:
“Llegó un tiempo en que todo lo que los hombres habían
venido considerando como inalienable se hizo objeto de cambio, de tráfico
y podía enajenarse. Es el tiempo en que incluso las cosas que
hasta entonces se transmitían, pero nunca se intercambiaban;
se donaban, pero nunca se vendían; se adquirían, pero
nunca se compraban: virtud, amor, opinión, ciencia, conciencia,
etc., todo, en suma, pasó a la esfera del comercio. Es el tiempo
de la corrupción general, de la venalidad universal, o, para
expresarnos en términos de economía política, el
tiempo en que cada cosa, moral o física, convertida en valor
de cambio, es llevada al mercado para ser apreciada en su más
justo valor” (Karl Marx Miseria de la filosofía. Ediciones
Jucar, Madrid 1974. I. Un descubrimiento científico. 1. Oposición
entre el valor de utilidad y el valor de cambio. p.73. [MEW4, p.69];
1846-1847).
Esa inteligencia que se encuentra en los estudiosos de antaño,
entre los sabios, los científicos y los artistas, nos lleva a
pensar que no hay progreso, que el mito del progreso es una falacia
y que, simplemente, en cada época hubo unos pocos hombres que
se elevaron hacia lo alto llegando hasta lo que desearíamos para
toda la humanidad y que el desarrollo tecnológico no lleva parejo
ningún avance de envergadura. Esos pocos, muchas veces, han sido
llevados por su grandeza en la dirección del dominar y sojuzgar,
entonces no han sido sabios, ni científicos, ni artistas, sino
militares, religiosos y políticos, mientras que los anteriores
les llevaría su grandeza a liberarse y a facilitar con sus obras,
la liberación de los demás y la de los venideros. Aunque,
bien mirado, tampoco deberíamos separar a los dos bandos totalmente,
de un lado lo positivo, sabiduría, ciencia y arte, de otro lo
negativo, milicia, política y religión, ya que todos esos
elementos descollantes pueden ser, dada su naturaleza híbrida
y amoral, en cuanto poderes, tanto creativos como dominadores, dependiendo
de su orientación y surgen de una raíz común. Además,
la guerra entra dentro del arte, la política en la ciencia y
la religión, quizá, en la sabiduría, cuando se
acerca a la mística elevada y sobrepasa a las iglesias y los
dogmas.
Los hombres nacen siendo potencias semejantes por naturaleza, entonces,
¿por qué las desigualdades? Porque se nace en una sociedad
ya dada y no en la naturaleza. Depende entonces de cómo esté
estructurada esa sociedad el cómo serán los nacidos en
su seno. Si una sociedad está estructurada de forma que la participación
política sea una necesidad, entonces, los nacidos en ella, desarrollarán
esa capacidad; si se estructura además requiriendo como necesario
el que los ciudadanos cultiven su inteligencia y contacten con la sabiduría,
las ciencias y las artes, todos ellos desarrollarán esas capacidades.
Sin embargo la sociedad dada que nos encontramos hoy en día está
estructurada de forma que lo único necesario que les presenta
a los nacidos en su seno es la del trabajo, el de la producción.
¡Hijo, tienes que trabajar para ganarte la vida! Y no es que las
ciencias y las artes o la política y la sabiduría no entren
dentro de la categoría de trabajo o de producción, sino
que con ello se presenta tan sólo la necesidad de la compra-venta,
ya que la fuerza de trabajo es todo con lo que cuenta el mal-nacido
en nuestra sociedad actual y tiene la necesidad de venderla para subsistir.
Desde luego que quienes han impreso esa necesidad social en la civilización
contemporánea no debieron ser quienes no contaban con otros recursos
que con su capacidad de vender su trabajo, sino que fueron quienes contaban
con la capacidad no sólo de venderlo, sino de comprarlo también.
Por eso tomó el nombre de sociedad burguesa o sociedad capitalista,
precisamente porque fue construida por unas fuerzas que dominaban y
dominan a quienes más se beneficiaban y se benefician de ella,
a partir de unas coordenadas materiales que les fueron dadas y por unos
descubrimientos científicos y unas riquezas naturales que tuvieron
que expropiar a los demás y apropiarse ellos mismos.
Pero volvamos al texto citado, donde se nos dice que “virtud,
amor, opinión, ciencia, conciencia” son cosas que han llegado
a comprarse y venderse. Pues no es del todo cierto. No se compra la
amistad pero se pueden comprar acompañantes pagados a los que
llamar impropiamente amigos, no se compra la virtud sino que se puede
comprar el renombre de justo pagando a quienes lo divulguen, no se compra
la ciencia ni el conocimiento, sino que se pueden comprar títulos
universitarios. No se puede comprar el amor sino que se compran acompañantes
sexuales a cambio de un salario. No se puede comprar la conciencia,
sino que se compra la opinión y la ideología por un puñado
de garbanzos. De modo que “virtud, amor, opinión, ciencia,
conciencia” son algo, en cierto modo inalienable, porque nadie
puede vender lo que no posee, mientras que, por otro, son las cosas
más vendibles del mundo, en cuanto que lo que se vende con el
nombre de virtud no es más que vicio, lo que se vende con el
nombre del amor no es sino odio, lo que se vende con el nombre de la
ciencia no es sino error; lo que se vende como opinión es la
apatía y lo que se vende como conciencia, la inconsciencia.
Se me dirá que resulta poco consuelo el que no se pueda enajenar
realmente la ciencia, ya que la tecnología, sin pagar nada por
ello, se apropia libremente de la ciencia de Arquímedes, Euclides,
Newton o Einstein, sin que la humanidad reciba derechos intelectuales
de semejante explotación de recursos. Se me dirá que resulta
poco consuelo que el amor sea inalienable si se puede prostituir a un
ser humano y utilizarlo de esa forma, comprándolo y usándolo
como cualquier otro artículo del mercado. Se me dirán
cien cosas semejantes. Y se tendrá razón.
Pero se sigue “transmitiendo, donando y adquiriendo” además
de comprando y vendiendo, por más que lo último parezca
abarcarlo todo y lo primero haber quedado arrinconado. Si se transmite
a un joven un conocimiento, no se le pierde por ello, aunque incluso
se venda y se transmita por dinero, como hacen los profesores, puesto
que es diferente mercancía el conocimiento que los bienes corpóreo-materiales.
El conocimiento, en cierto modo, se puede comprar y vender pero, curiosamente,
no se pierde cuando se hace de otro, porque en realidad nadie lo posee
al no ser un objeto. A diferencia de lo que le ocurre al obrero que
fabrica una vasija de barro, que cuando la vende, la pierde a cambio
de dinero con el que intercambiar en el mercado; quien fabrica una idea
y la comparte o la vende, no por ello se queda sin idea, luego es distinto
alienar que vender, pues lo primero significa darlo todo y lo segundo
tan sólo una parte; el primero otorga el tiempo y el producto,
mientras que el segundo otorga el tiempo y el producto, pero conserva
el producto, ambos mantienen, sin embargo, la capacidad creadora, que
resulta inextirpable. Y si hablamos no ya de lo que se transmite, sino
de lo que se dona o adquiere, nos encontramos con cosas que no se pueden
ni vender, ni alienar. La donación excluye la venta puesto que
no se recibe nada a cambio y la adquisición también, ya
que se pueden comprar y pagar clases de inglés, pero no el conocimiento
de la lengua inglesa, se pueden comprar títulos académicos,
pero no las capacidades que se supone certifican, pues estas últimas
han de ser adquiridas de un modo distinto al de la compra-venta. Nos
acercamos entonces a la resolución de la sorpresa que nos producía
la cita de Marx. Lo que se compra y se vende, y por eso vivimos en el
tiempo de la venalidad universal, no son “la virtud, el amor,
la opinión, la ciencia y la conciencia”, sino los medios
que conducen a alcanzar la virtud, el amor, la opinión, la ciencia
y la conciencia. Como decíamos antes no se compran conocimientos
de lengua inglesa en el mercado sino que se compran clases de inglés,
esto es, se compran los medios a través de los cuales es posible
adquirir y desarrollar las capacidades que se han de alcanzar. Si no
se tiene garantizado por nacimiento un entorno de afecto, ¿cómo
se podrá alcanzar el amor? Si no se disponen las medidas necesarias
para que todos adquieran y desarrollen la virtud, ¿cómo
se pretende vivir en una sociedad de virtuosos? Si no contamos con la
posibilidad de ejercitarnos en la construcción de nuestra opinión
y nuestra conciencia, ¿cómo no vamos a tener como opinión
nuestra la de los demás y como conciencia la de quien que nos
paga? Si se nos escamotean los medios para cultivar las ciencias, ¿cómo
vamos a ser racionales? Si se nos impide cultivar las artes ¿cómo
desarrollaremos nuestra sensibilidad? Toda semilla crece y se convierte
en árbol siempre y cuando el campo y el abono lo propicien.
Desde luego a quienes el poder lleva a dominar cuidan de que un número
reducido y que les sirva de reemplazo tengan acceso a los medios para
alcanzar la virtud o la ciencia, pero no los aprovechan enteramente
en esa dirección, sino que prostituyen la virtud y la ciencia
hacia la consecución del mantenimiento de su dominio y del incremento
de su patrimonio. Por eso son los que dominan. Quienes logran acceder
a los medios y no prostituyen los fines acaban enfrentándose
a los dominadores, siendo traidores de clase, pues nada hay más
afrentoso para el que domina que un ser que en lugar de dominar crea,
que en lugar de sojuzgar se libera y llama a la liberación, que
en lugar de trabajar disfruta con su simultánea actividad de
adquirir y producir, que no compra ni vende más que lo indispensable,
y lo demás, lo transmite y lo dona. El peor enemigo del dominio
es la potencia y no puede erradicarse a ninguno de los dos, pues ambos
tienen el mismo origen, el poder. Todos los seres humanos nacen con
un poder o una potencia que puede ser agostada, cercenada, limitada
y coartada o que puede crecer y manifestarse en cuanto potencia o, si
se prostituye, en cuanto dominación, que no es sino potencia
desviada.
De ese modo, los espíritus libres y quienes se orienten hacia
la libertad, buscarán la equiparación de los medios para
todos los hombres (la justicia y la igualdad) porque estará en
su naturaleza la potencia de la liberación, resistirán
a la dominación, formando una comunidad inconfesable que nunca
saldrá del anonimato y se enfrentarán, de esa forma, al
tiempo de la venalidad universal.
Simón Royo